
Arrancó en medio de charcos de agua cristalina que empapelaban las calles de su mente. Caminó hacia aquel único destino, al encuentro con el momento de mayor placer, que dominaba su ser. El éxtasis de la agonía se aproximaba, tantos gritos y palabras se enterraban, para dejar florecer al ensueño de aquello que asomaba por el horizonte de una espalda dañada luego de tantas batallas.
Cerró las ventanas, y acomodo las cortinas de sus ojos, para permitir el descanso de esas pupilas gastadas, rojizas y embarradas. La sensación dominó por completo, y el miedo se hizo presente una vez mas ante él, ¿qué pasará? ¿Cómo será? ¿Tendrá tanta intensidad como aquella vez? Frente a sus huesos se encontraba una vez más, y sus rodillas temblaron al sentir el filo y el tacto de su piel. Pero envainó su mejor arma, las palabras y la frialdad y empuño su tacto para no dejar sobre su corazón, los rastros del amanecer.
El ADN de los besos, quedó impregnado sobre el rocío de la nueva mañana que avasallaba otra vez, y las cenizas de lo vivido esperaban por un verso que avivara el fuego. Las huellas que habitaban sus penas evolucionaron, y se convirtieron en fuerza para sacar cuentas sin restar, y al fin ¿quién ganó la partida?
La sonrisa de caretas blancas sobresalieron de cada espacio, y el sentimiento de amar se volvió carátula para un nuevo expediente que quedó archivado en lo mas profundo de un cajón del suspenso inmediato. Frente a un jurado de emociones y sensaciones vagas detalló cada instante efímero de tus días, y dejó muy en evidencia que lo que existió aún está.
Pero sabe que las veredas caminadas cansaron sus pies, y las neuronas de su mente se oxidan en vacilaciones sin sentido. Cada guerra ganada es un suspiro de alivió frente a las inquietudes que habitan su sentir, y cuanto desearía que estuvieras allí para poder comprender que un instante fue una eternidad cuando la ausencia de sus besos se hico notar.
Ahora sí, el tiempo corrió y el viento nos sopló hacia nuevos horizontes sin fronteras, donde habita la dulzura, y el bienestar se hace ley. Y aunque todavía quedan sombras de aquello recorrido, el sol opaca de tanto brillo y ya vendrá otro viento mejor.
Cerró las ventanas, y acomodo las cortinas de sus ojos, para permitir el descanso de esas pupilas gastadas, rojizas y embarradas. La sensación dominó por completo, y el miedo se hizo presente una vez mas ante él, ¿qué pasará? ¿Cómo será? ¿Tendrá tanta intensidad como aquella vez? Frente a sus huesos se encontraba una vez más, y sus rodillas temblaron al sentir el filo y el tacto de su piel. Pero envainó su mejor arma, las palabras y la frialdad y empuño su tacto para no dejar sobre su corazón, los rastros del amanecer.
El ADN de los besos, quedó impregnado sobre el rocío de la nueva mañana que avasallaba otra vez, y las cenizas de lo vivido esperaban por un verso que avivara el fuego. Las huellas que habitaban sus penas evolucionaron, y se convirtieron en fuerza para sacar cuentas sin restar, y al fin ¿quién ganó la partida?
La sonrisa de caretas blancas sobresalieron de cada espacio, y el sentimiento de amar se volvió carátula para un nuevo expediente que quedó archivado en lo mas profundo de un cajón del suspenso inmediato. Frente a un jurado de emociones y sensaciones vagas detalló cada instante efímero de tus días, y dejó muy en evidencia que lo que existió aún está.
Pero sabe que las veredas caminadas cansaron sus pies, y las neuronas de su mente se oxidan en vacilaciones sin sentido. Cada guerra ganada es un suspiro de alivió frente a las inquietudes que habitan su sentir, y cuanto desearía que estuvieras allí para poder comprender que un instante fue una eternidad cuando la ausencia de sus besos se hico notar.
Ahora sí, el tiempo corrió y el viento nos sopló hacia nuevos horizontes sin fronteras, donde habita la dulzura, y el bienestar se hace ley. Y aunque todavía quedan sombras de aquello recorrido, el sol opaca de tanto brillo y ya vendrá otro viento mejor.
- Fernando Nicolás -
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